La brújula de la
interseccionalidad

Cuando exploramos caminos poco conocidos es bastante recomendable el uso de una brújula, especialmente, si es un viaje tan poco explorado como el de encontrar fórmulas para la Sostenibilidad de la Vida. En nuestro caso, hemos optado por la aguja de la interseccionalidad como herramienta clave para la transformación de la acción municipal. Pero, ¿qué es exactamente la interseccionalidad?

Cuando hablamos de sostener vidas, desvelar cómo el sistema sexo-género atraviesa el conflicto capital-vida es fundamental pues son las mujeres y las disidencias las que se hacen cargo de la mayor parte de los trabajos de cuidados no remunerados y también remunerados (en empleos altamente precarizados). Sin embargo, si miramos un poco más atentamente, veremos que no son solo mujeres. Muchas de ellas, también serán precarizadas, migradas y/o racializadas.

Aquí es cuando entra la aguja de la interseccionalidad porque nos ayuda a comprender y abordar esta maraña de dominaciones. Y es que es una herramienta que nos regala el feminismo negro que nos permite una comprensión compleja y dinámica de la opresión y el privilegio más allá de una mirada monofocal.

De esta forma, la interseccionalidad nos permite comprender que el sistema sexo-género no actúa solo, sino que interacciona con otros sistemas de opresión en la producción de injusticias como son el capacitismo, el clasismo, el edadismo o el racismo, entre muchos otros. La interrelación de estos sistemas, en cada contexto, conforman lo que la socióloga Patricia Hill Collins llama la matriz de dominación que ubica a las personas y grupos sociales en posiciones variables de opresión y privilegio.

Si lo aplicamos a las políticas públicas veremos que muchas de las destinadas a sostener las vidas se hacen desde una mirada monofocal, reduciendo a un eje que se marca como dominante: jóvenes o mayores, comunidad gitana o LGBATIQ+, personas con discapacidad o precarizadas. Esta simplificación hace que estas acciones sean insuficientes cuando no directamente ineficientes.

Párate a pensar un momento: ¿Necesita la misma atención una persona mayor autónoma, que goza de solvencia económica y redes comunitarias… que otra con gran dependencia, empobrecida y en situación de soledad no deseada? ¿Una cuidadora recumerada en régimen interno que trabajadora del SAD en condiciones dignas?

Así, la perspectiva interseccional nos ofrece marcos complejos y relacionales para interpretar la realidad de forma contextualizada. Su aplicación nos permite desvelar la norma y examinar quién está quedando fuera del catalejo monofocal. Y, con ello, nos permite analizar las posiciones de privilegio y opresión de forma dinámica, también cuando hablamos de sostener las vidas.

En definitiva, nos permite enriquecer nuestras políticas públicas desde una comprensión diversa de las necesidades a través del rechazo a la neutralidad. Es decir, desarrollar la acción municipal problematizando la desigual situación de partida de las personas por la interacción de distintos marcadores sociales en un contexto de dominación múltiple y relacional. Y, con ello, afinar nuestra actuación para alcanzar a todo el mundo al que sea necesario llegar.

Además, la interseccionalidad nos permite ver la relación entre lo individual y lo estructural para abrir la puerta a la posibilidad de construir alternativas desde lo cotidiano. Eso sí, siempre teniendo en cuenta el contexto, las características de los territorios y el equipo andariego, con ello, huyendo de fórmula mágicas y universales.