El prólogo del viaje


Para no desviarnos en nuestra búsqueda de fórmulas para hacer vidas vivibles, seguimos la luz del Faro de la Sostenibilidad de la Vida.
Puede que te estás pensando ¿qué es eso? Básicamente, se trata de un paradigma que busca, exactamente eso, sostener las vidas o, en otras palabras, asegurar el bienestar de todas las personas y su entorno natural.
La sostenibilidad de la vida nos ayuda a comprender que ese tipo autónomo e independiente hecho a sí mismo es tan solo un mito. Las personas nacemos de y con otras, y nos vamos a apoyar en otra gente durante toda nuestra vida (el alimento que desayunaste, la ropa que llevas puesta, el soporte o la energía que necesitas para leer este texto o los aprendizajes que te permiten comprenderlo…). Y, sobre todo, dependemos de la naturaleza que nos conforma y nos sustenta (agua, alimentos, aire, tierra…). Es decir, nos ayuda a entender que somos seres interdependientes y ecodependientes.
De esta forma, este enfoque nos ayuda a desvelar el conflicto capital-vida que atraviesa a nuestras sociedades. Ya sabes, esa obsesión por la acumulación del capital que no computa el coste que supone a nuestras vidas (el PIB no cuenta los cuidados o los estragos a otros pueblos) o las externalizaciones a la naturaleza (las tierras que explota o la contaminación que crea).
En consecuencia, la sostenibilidad de la vida abraza la vulnerabilidad como una estrategia política y nos anima a generar alternativas para cuidar nuestros territorios, colocando en el centro el derecho colectivo al cuidado y los derechos de la naturaleza.
Seguir la esta luz del faro de la Sostenibilidad de la Vida es fundamental para transformar nuestros municipios. Y es que lo local es un buen punto de partida para experimentar y desarrollar políticas que integren una perspectiva de cuidados gracias a su cercanía a la vida cotidiana. Y es que, sin olvidar sus limitaciones en competencias o recursos, la acción local puede ser el punto de partida para transformaciones significativas, siempre que se mantenga una perspectiva global que permita la colaboración y el aprendizaje con otros niveles territoriales. Es decir, puede es un espacio privilegiado para cuidar a las personas y la naturaleza. Y no solo, también para fomentar la corresponsabilidad de la población y los diferentes actores que cohabitan el municipio en los cuidados.
Para ello, necesitamos pensar la acción municipal desde la vulnerabilidad, reconociendo que somos seres vulnerables y, con ello, dependientes de otras y de la naturaleza. Algo que, lejos de ser una debilidad como se ha planteado históricamente, es un potencial para avanzar hacia nuestro particular hacia el faro de la Sostenibilidad de la Vida.
¡Ojo! No podemos perder de vista una idea fundamental: todas las personas somos vulnerables, pero no todas las personas somos vulneradas por igual. Así que, para comprender cómo podemos avanzar en hacer vidas vivibles para todas las personas y no para un puñado, necesitamos orientarnos (o desorientarnos) con nuestra particular brújula de la interseccionalidad.


Nuestras líneas
de orientación
Los liniamientos que definen nuestra ruta.
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Los obstáculos
en el camino
Los compromisos que debemos adquirir para un buen camino.
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El código
del viaje
Los compromisos que debemos adquirir para un buen camino.
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¿Interseccionali... qué?
Conoce más sobre la brújula de la interseccionalidad que nos regala el feminismo negro y que nos orienta durante toda la aventura.

¿De qué territorios me hablas?
Ir a los territorios
Para avanzar hacia el faro de la Sostenibilidad de la Vida necesitamos transitar por cuatro territorios ¡conócelos!

¡Prefiero explorar los senderos !
Vamos a esplorar los cinco senderos que proponemos para avanzar hacia el Faro de la Sostenibilidad de la Vida.




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Esta web da vida virtual a dos textos complementarios:
Los encontrarás en formato libre ¡AQUÍ!
